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Como un corredor de la muerte,
te adentras en pasillos
abrasados por luz blanca,
donde los clientes,
nosotros, los humanos,
nos convertimos en animales
refrigerados desde sus cestas,
amamantados por la vista
siendo todos ciegos.
Ya no hay alimento más real
que el falso sabor a naturaleza
proveniente de sus laboratorios;
sin fechas de caducidad,
sin libertad,
homogéneos en el adn.
Berenjenas de corcho,
pollos de peluquería,
legía de vaca que corre por mis huesos
abrillantándolos como barniz,
Nada más.
Imposible imaginar las torturas.
Dónde están las miradas
de los agricultores por vocación,
aquellos ganaderos
que domesticaban las bestias
y les daban nombres de personas.
Come nuez moscada
y acabarás viéndote reflejado
en los ojos del cordero,
o del pescado,
Que nunca vio la vasta llanura,
que nunca respiró dentro del agua,
Arrepentidos,
De un día haber nacido
Como oferta del mes.
Es tan insano amor
que la obsesión
absorbe su poder.
Siempre alerta observando
como un perro guardián,
harto de dolor,
ensimismado por su carne.
Le atraviesa la ansiedad
que abrasa el pecho,
aprieta los dientes
contra la incertidumbre
de quién habrá.
El aire en una única burbuja
cubierta de fina capa
de pasado y futuro
apunto de explotar,
por un presente amargado,
por una pregunta al azar.
Cuando baje los escalones
la última bala
querrá decir
que ya no quedará nada.
El óxido que amanece
en las arterias de las sábanas,
el buitre que merodea
cada poco tiempo sobre mis alas.
Miro a la soledad,
me despido con la mirada.
Abandono el rugido
que me ató al abandono.
El viento y sus hojas,
El ruido y su silencio.
Oh sí, gracias a ti
podré desnudarme otra vez,
sintiéndolo mucho o nada.
No hay eco, no hay percepción,
no hay ondas claras entendibles en la pompa de jabón
que orbita mi cabeza.
Siento el sonido, pero no lo oigo.
El sol no luce,
pinta de amarillo flourescente los objetos
que apenas tienen un significado en días como hoy,
aunque deseen tenerlo
y quieran que flirtees con ellos.
Son entretenimientos pensados para la felicidad,
nadie juega con la tristeza,
nadie se relaja con los suspiros,
ni baila en las lágrimas.
Si hiciéramos las paces con las puertas que se cierran,
quizás se convertirían en alfombras
y nos harían volar,
solo hay que aprender a coser y no perder el hilo.
Ves las arrugas en días como hoy
y ves las historias que las formaron entre cada pliegue,
como dunas que mueven la arena
de lugar en lugar,
arrugas que hacen de la piel un reflejo en pergamino,
una cremallera de recuerdos atrapados,
fantasmas agarrados al precipicio de sus mejillas.
Qué tardes divagadas
entre la hoja de acero
y la de papel,
recortando los olores
los sabores
de historias que me conmueven
me comen
salen de una cabeza
más pensadora
más creadora
igual agotada
igual recortadora
de extractos de imaginación
como yo ahora
en mi sillón
sin inspiración
y con tijeras.
Mi antología,
patética cual sonata,
enmudeció en favor
de tus palabras.
He pasado mucho tiempo
hasta comprender,
la cicatriz que mella
el pecho del inapropiado.
No perdoné
hasta creerme solo en el infierno,
si hoy te dejas caer,
nunca llegaré a conocer el cielo.
Prefiero dormir
a tener dulces sueños,
mojarme en la lluvia,
lejos de los truenos.
Descubrir sediento
un fecundo pantano,
morirme de soledad
en un desierto lejano.
No brillan los ojos ya
ni la luna redonda;
perfuman un jardín
que ha olvidado su aroma.