Cualquier momento es bueno para besarla,
en las escaleras mecánicas
o en la sección de congelados.
Bésala si el autobús llegua tarde,
también cuando lo hayáis perdido,
cuando las cuestas sean interminables
y busque en tu boca el oxígeno.
Besémonos bajo el paraguas
y que nuestros labios escuchen la lluvia.
Te besaré cuando hagamos el amor.
Bésala cuando sepas que no la verás en un tiempo,
como antes de dormir,
bésala porque la luna esté creciente, llena
o desaparecida por la niebla.
Bésala cuando llore
y besa el pelo que le tapa la cara.
Bésala cuando menos se lo espere,
las manos también pueden hacer que se ruborice.
Bésala cuando salga del trabajo, pero no un simple beso,
una muestra del vacío que sentiste mientras ella estuvo ausente.
Bésala por el aire y hazle volar.
Bésala hasta contagiarle tu amor
para el que todavía no se ha inventado cura,
y bésala hasta empañarle las gafas
y que ella sonría.
Como un corredor de la muerte,
te adentras en pasillos
abrasados por luz blanca,
donde los clientes,
nosotros, los humanos,
nos convertimos en animales
refrigerados desde sus cestas,
amamantados por la vista
siendo todos ciegos.
Ya no hay alimento más real
que el falso sabor a naturaleza
proveniente de sus laboratorios;
sin fechas de caducidad,
sin libertad,
homogéneos en el adn.
Berenjenas de corcho,
pollos de peluquería,
legía de vaca que corre por mis huesos
abrillantándolos como barniz,
Nada más.
Imposible imaginar las torturas.
Dónde están las miradas
de los agricultores por vocación,
aquellos ganaderos
que domesticaban las bestias
y les daban nombres de personas.
Come nuez moscada
y acabarás viéndote reflejado
en los ojos del cordero,
o del pescado,
Que nunca vio la vasta llanura,
que nunca respiró dentro del agua,
Arrepentidos,
De un día haber nacido
Como oferta del mes.